La esgrima llegó a la vida de José Luis Abajo “Pirri” por causalidad. En el buzón de su casa en el distrito madrileño de Moncloa apareció una mañana una publicidad de la Sala de Armas que despertó en un joven inquieto la curiosidad por un deporte que ya había practicado su padre dentro del pentatlón aeronáutico (esgrima militar). El protagonista de esta historia recuerda que: “La primera vez que hice esgrima tenía solo un año. Cogí un boli y le aticé con él a mi hermano en la cabeza”.

 A José Luis le gusta contar historias y repasar su vida con anécdotas y recuerdos: “A los once años entre en una sala de armas por primera vez y me cautivó escuchar el sonido de los hierros. Vi a tíos combatiendo con espadas, pensé que era una chulada y decidí que quería dedicarme a eso”. Por entonces apenas tenía once años y comenzó a dar clases acompañado de su hermano.

Dice la leyenda que Pirri había nacido para practicar la esgrima y que el destino le tenía preparada una gran sorpresa, en el mejor momento de su vida. Siempre fue agresivo y técnico en el combate, su instinto de superación le llevó a ser un auténtico estudioso de un deporte minoritario en España, donde destacar no era sencillo. Durante su etapa como tirador al deportista madrileño le gustaba analizar todos sus combates, buscar los momentos de los aciertos y sobre todo de los errores para sacar las conclusiones más oportunas que le permitieran ser mejor cada día.

Aprendió a ser un estudioso de sus rivales para profundizar en sus puntos fuertes y bucear en los débiles. Era un perfeccionista compulsivo al que no le gustaba dejar cabos sueltos. Todo debía estar controlado para que los pequeños detalles no fueran un contratiempo. Esa fórmula le ayudaría a llegar hasta el lugar donde se encontraban los mejores del mundo. Había que seguir unos parámetros que le acercaran al éxito, pero sobre todo a construir un currículo envidiable: campeón de España en todas las categorías, plata y bronce en los Juegos Mediterráneos, plata y bronce en el Campeonato del Mundo, doble campeón de Europa y ese increíble bronce olímpico en los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008. Esa fue la primera y única medalla de la esgrima española de todos los tiempos.